martes, 15 de diciembre de 2015 0 comentarios

Te quiero

Cuando la sala de estar se convierte en tu sala de espera, todos los destrozos de mi alma se hunden en cenizas. En tus últimos minutos - quién sabe que quizás serán segundos - me mantengo a la espera de verte sonreír una vez más. Aquí, en la sala de espera que has reunido, donde hermanos que no se hablan, donde familiares separados por miles de kilómetros, donde las redes sociales intentan simular el encanto de estar a tu vera en tus últimos momentos, es únicamente tu quejido, de dolor, lo que rompe el silencio.

Aquí, en tu sala de espera, permanecemos. Para siempre: te cerraremos los ojos, esperaremos que la morfina se lleve el dolor de la decisión que hemos tomado. Es hora de irte.

De irte y de dejar sabido y por saber que seguirás siendo el olor a flores de todas las mañanas; serás las comidas familiares de todos los domingos, la falda del brasero y las castañas con él; serás la Navidad personificada, la ilusión por montar el árbol de Navidad; serás el beso más tierno del mundo. La madre más dulce. Serás el arroz con leche, las natillas, y las gachas de todos los que estamos aquí presentes: un vacío en el mundo.

Y cada día sonará entre nosotros tus quejidos de risa, tus susurros para hacer alguna trastada, tus "mira, mira, qué buenas piernas tengo". Nos preguntaremos la hora por ti. Seremos la vista que te falta, el oler que te sobra.

Estaremos contigo aunque hoy te vayas.

Nos quedamos aquí, para despedirte. Para decir adiós a quien ha enseñado la tabla de multiplicar a todos los presentes. Para seguir mirándote una vez más a esos ojos azules, como tus claveles favoritos, y entender por qué la vida tiene sentido, a veces.

Te cerramos los ojos, nos quedamos con tus manos suaves, con las arrugas de las mismas, con tus dibujos al aire y tus lienzos de pared. Qué manos más bonitas tienes.

Me quedo, abuela. Siempre serás la madre de mis ojos: aunque ya no sepas quién te prepara la tila, ni cuáles son las manos que te despiertan, que te bañan, que te alimentan... Aunque ya no reconozcas estas orejas, ni este olor a vainilla que tanto te gusta... Efectivamente, ese fue tu último cumpleaños, y esta será tu última Navidad, tu última tila...

Cierra los ojos abuela, te quiero.
jueves, 10 de diciembre de 2015 0 comentarios

Madre

Querida madre:

Estas serán las últimas líneas que yo te escriba. Estas serán las últimas flores que yo te deposite. Estos serán todos los poemas que te recitaré. Te lo dejo todo aquí, para cuando volvamos a encontrarnos.

Ponte la armadura, saca tu espada, destroza dragones: vuela alto, rompe las nubes y ábrete las puertas del cielo. Sé buena, madre, como siempre: consigue un billete de invisibilidad y baja a vernos aunque sean cinco minutos.

Te quiero, mamá. Aunque ahora mismo no tenga palabras para despedirte. Aunque todas las que tenga estén dando vueltas en mi cabeza y no quieran salir a flote. Te quiero, abuela: creo que no hay mejor despedida.

Por ser mi segunda madre, el brazo donde he vertido todos los destrozos de mis ojos, la mejilla de los mejores besos, las manos de las mejores caricias. Por ser mis ganas de salvar vidas, por ser mis ganas de perder el tiempo escuchando batallas del abuelo. Por ser de quien me quejo cuando te repites. Por haber estado presente en cada una de tus recaídas. Por haberte visto vivir, y morir. Por haberte visto crecer las arrugas cual espejo se tratase. Por ser todo lo que tengo y todo cuanto daría, la casa donde siempre habrá árbol de Navidad y con quien siempre perderé en el Pasapalabra.

Porque crecer es eso, aprender a despedirse. Y yo me quedaría toda la vida en tu falda.

Ojalá estuvieras aquí para mercerme. Ojalá recordaras mi nombre.

lunes, 23 de noviembre de 2015 0 comentarios

El corazón lo estrenas tú

Quizás algún día comprendas que hubo un momento en el que creí que jamás sería capaz de llorar a solas, a sabiendas de que te debo algún tipo de explicación; que creí que nunca podría combinarte con estas horas que parecen no tener fin. Para qué te voy a mentir: hubo un momento en el que no supe qué sentido tenía todo esto. Y es que, cariño, apoyarse a ciegas es como no apoyarse. Y que crean que te conocen, es como ser desconocidos.

Lo reconozco. No creí que fueses capaz de desempolvar todo este laberinto. De recorrerlo, e incluso de querer volver a perderte. Te vi tan lejos. Tan enamorado, tan inocente, tan así. Podía sobrevivir sin ti. Tenías esa ilusión, esa magia, lo de siempre... pero no curabas.

Eras ese precipicio pero, lo siento, no eras ese vértigo que me sujetaba con una cuerda. No lo eras.

Ni siquiera yo era tu vértigo, ni tu precipicio...

No lo sé, amor: no lo sé.

No sé en qué momento salté. En qué momento saltaste. Pero está claro que fuiste tú el primero en hacerlo. Y yo, cobarde, desconfiada - y sobre todo de ti-, quise marcharme. Dejarte ahí abajo. A oscuras. Después de haber saltado. Después de haber cogido carrerilla y haber dado, quizás, el salto que mañana nos seguirá uniendo.

Lo siento.

Pero salté.

Contigo.

Y ahora entiendo que se puede combinar café con zumo de melocotón. Que hay quien es capaz de cambiar sus sitios, sus manías... sus pequeñas costumbres por ti. No sé en qué momento empezó todo. Pero te quiero.

Y perdona todas las veces que te lo he dicho antes. Te quiero porque me ilusionas. Te quiero porque me apoyas. Te quiero porque te tengo ganas. Te quiero porque estás.

No.

Te quiero y no sé por qué.

Te quiero porque es lo que quiero hacer y te quiero como te aseguro que no he querido a nadie.

Tranquilo, cariño. El corazón, esta vez, lo estrenas tú.

Así que, perdóname. Por no saber escribirte como Dios manda. Por tener obsesiones con salvar vidas que no son la tuya en este instante. Perdóname, por no darte el tiempo que mereces, o por no saber sanar todas tus heridas. Perdóname, por llorarte en la cama, en el parque, en el cine y en el centro comercial. Perdóname. Porque solo tú puedes entenderlo.

Porque solo a ti puedo demostrartelo.

No digas nada: te quiero.

Y qué bonito.
domingo, 8 de noviembre de 2015 0 comentarios

No voy a irme

Quizás te diga un día que dejé de
quererte, aunque siga queriéndote 
más allá de la muerte; y acaso no
comprendas en
esa despedida que, aunque el
amor nos une, nos separa la vida.
              - José Ángel Buesa

Confesiones hago ahora; no voy a irme. No voy a irme sin más, tendrás que echarme con la maleta llena de motivos o sin ellos.

Puedes enviar s mi casa un tsunami o un ejército de marines rusos, que no voy a irme sin más. Puedo aprender a llenar el Atlántico con las virutas de mis ojos o a tragarme el humo de los celos mientras combustionan en el incendio - por primera vez - las migajas del amor que me profeso, pero no voy a irme. Puedes ordenar que sitúen el primer ejemplar de Dickinson, cualquier disco de Sabina, las fotos del invierno del 94 en la Plaza Roja de Moscú o La Primavera de Botticelli bajo dos granadas, que yo permanecería inmovil viendo como todo vuela. No voy a irme aunque lleguen anticiclones, el Katrina, los mosos d'esquadra y Mr. Hyde. Ajnque de golpe irrumpa mi casa una manada de lobos, un centenar de obstáculos y dos kilos de mala suerte: no voy a irme. 

Aunque me consuma el tabaco o esta bibliopatía hasta reducirmr a vísceras, no voy a irme. Ni voy a irme sin más. Porque tengo los dos pies anclados a cada baldosa que separe tu casa y la mía, no voy a irme. Tendrás que, cualquier día de estos, echarme. Decirme algo como "vete", como "no aguanto ver tus historias apiladas en ma mesa del salón, ni tu nombre en el buzón de este portal", algo como que te niegas a ver cómo pasa la vida y yo permanezco.

Pero antes de que digas cualquier cosa que pudiera parecerse a eso, mantengo la suicida idea de no irme. Porque para mí, irse sin más, implica dejar atrás al que rompe elegantemente todos los moldes, al que escupe encima de las etiquetas, al que baila sobre los prejuicios. Irse es dejar atras al que pedalea en dirección contraria a mis inseguridades y ha vivido, durante más de nosecuántos años, enamorado de lo que yo nunca podré ser. Supongo que marcharme implicaría esto y lo otro, y ser una kamikaze que no tiene otra cosa que hacer que cantarle para siempre a un recuerdo.

Es curioso de qué forma también siente el abandono el que se va.
viernes, 16 de octubre de 2015 0 comentarios

He conocido a alguien

He conocido a alguien y siento como si nunca hubiese conocido a alguien así. No es como los demás, no sé, como las demás personas que he conocido. Supongo que porque no hemos ido al mismo instituto. Ni siquiera tenemos la misma pasión por la cocacola. Quizás porque no hemos ido a las mismas excursiones con el colegio... No sé, he conocido a alguien. Pero no es alguien cualquiera porque nadie me comprende así. Es increíble tener a alguien al cien por cien. Saber que hay alguien que espera que vuelvas a casa para verte de la forma que sea. Aunque a veces, lo único que nos quede sean teclas, pantallas, llamadas entrecortadas, esos "llama tú que me va mal el internet"... Planes de futuro. Tenemos muchos planes de futuro. Y es que es increíble conocer a alguien. Yo antes solía leer, ver series, dormir... Sobre todo dormir. La mayoría de las veces me iba a dormir antes de las diez y ahora, eso parece tan lejano. Hay días en los que las noches se convierten en madrugadas y anda que no me habré llevado broncas por ello, pero sin duda todas esas carcajadas, tomas de decisiones y llantos, entre otros,  han merecido la pena. He conocido a alguien. Quizá no del todo. Pero sería bonito conocer a ese alguien dos veces.
sábado, 3 de octubre de 2015 0 comentarios

Ni arde ni quema, solo atrapa.

Me gustaría volver a enamorarme. Y digo enamorarme de no encontrar absolutamente nada que me disguste de esa persona. De ser capaz de tachar todos los planes de mi agenda con tal de verla cinco minutos... De cerrar los ojos y que me queme el corazón porque la noche es muy fría en su ausencia... Pero parece que por muchas personas que lleguen y que te quieran de una u otra forma, esa persona nunca llega... Esa sensación nunca llega. Es como querer revivir lo más triste de tu vida únicamente por la banda sonora... A veces siento que todo esto no tiene sentido. A veces, tan solo me parece un juego. Hace demadiado frío aquí dentro y fingir que se descongela, congela aún más.
viernes, 2 de octubre de 2015 0 comentarios

Re(vivir)

Dicen que las hadas existen gracias a quienes creen en ellas. Yo, hoy, solo creo en ti. Creo en ti por mil razones y por ninguna. Creo en ti porque quedarse colgando de la misma boca toda la vida parece una sopa de letras para principiantes. Creo en ti porque te miro, y me miras, y decirte que te quiero resulta tan poca cosa que nada parece suficiente. Creo en ti porque dejaría que veintidos dardos se clavasen en mi piel si eres tú quien los lanza. Creo en ti porque cuando no creo en mí ya estás tú para hacerlo. Creo en ti porque contar colores por la calle contigo puede hacerme perder la noción del tiempo. Creo en ti por y para tumbarme contigo en plena Gran Vía sin miedo a que el verde suceda. Para contar estrellas sin estrellas. Para pensar en nombres y hacer planes sin excusas de por medio. Por tener miedos y no decirlos por no estropear el momento. Por medir cada una de las palabras. Creo en ti y en tus susurros en el cuello, en las manos atadas y en los bordillos de los sitios altos. Creo en ti en las alturas porque no hay mayor vértigo que tus costillas. Creo en ti porque marcas los valores absolutos de mis días. Porque sabes a la libertad de un preso, a las alas de una mariposa, al agua de un refugiado, a la miga de pan de una hormiga, a la sangre de un corazón helado… Sabes a ti, a mí. Sabes a ver pasar la vida y querer frenarte. Sabemos a nosotros. Creo en el amor de la forma más bruta posible, de esa forma en la que alguien es capaz de romperte sin mover un dedo. Creo en verte tomar el café y las cervezas, y rezarte para que vuelva a ocurrir. Creo en los hilos cosidos a las manos y creo en las marionetas que los rompen, creo en la tristeza del verano, en el calor del invierno cuando te veo regalar primaveras y colorear otoños, haciendo llover hacia arriba, cosiendo las hojas caídas a los árboles como un niño pequeño obcecado en que un juego no termine nunca. Creo en la niñez del adulto, en que Wendy nunca cerró la ventana, en que Peter creció, envejeció y murió en su cornisa. Creo en el cine, en la poesía, en la fotografía. Creo en la música, en verte amanecer cuando me miras, en Pedro Salinas y en suicidarse sin dejar de respirar.
Y de creer creo en que tú has creado todo esto.

viernes, 14 de agosto de 2015 1 comentarios

Alicia en el país de las Maravillas

Creo que a veces llega un momento en el que todo lo que has vivido te parece una mentira. No una mentira de esas que se dicen para quedar bien, o de esas que se viven para alejar un poco de dolor. Sino esa clase de mentiras que te abren, te hacen sentir dolor, te dejan veinte litros de cicatrices y te construyen una coraza que te blinde el corazón un par de años más. Creo que todo el mundo ha vivido al menos una de esas mentiras que prefiero llamarlas batallas preparatorias. Sin embargo, no sé si es peor vivir esa mentira, el vacío que deja cuando se wstá secando, o el intento de levantar la costra. Todos los niños intentan levantar las costras de las heridas, y los que somos un poquito más mayores, preferimos gritar de dolor antes de que alguien nos la toque, como echar a reír siete segundos antes de que te hagan cosquillas. 

Qué suerte que exista la anestesia. 

Pero bueno, dicen que si no duele quema es que no lo estás haciendo bien.

Así que, valiente de ti, dejas que te masajeen el cuerpo antes de que cojan un martillo enorme y comiencen a derrumbar todos y cada uno de los cimientos que esa mentira ha construído. Se tiene miedo, todos tenemos miedo: a ilusionarnos, a obsesionarnos, a confundir sentimientos, a que nos utilicen, a querer de más, a que nos quieran de menos... Hay miedos para todos los gustos. Y allí, guardada bajo llave por su poca abundancia, está la esperanza, la reina de corazones protegida por todas sus cartas andantes, diciéndote que, debajo de todas esas capas obsesionadas con cortar la cabeza, hay alguien que tiene miedo de estar solo. O sola. 

Que al fin y al cabo, tanto buenos como malos vivimos en el mismo escenario y buscamos el mismo tesoro: alguien con quien compartir, alguien que al derribar esos cimientos te provoque un nudo en la garganta, o un escozor en el estómago, un aumento de presión sanguínea o una contractura de párpados por insomnio... Y que nada de todo eso se parezca al miedo.
domingo, 19 de julio de 2015 1 comentarios

Entre sombras y luces

Me gustas,
De forma desinteresada,
Secreta,
Absurda,
Temida,
Odiada,
De todas las formas que existen
Cuando se trata de colgar un teléfono. 
Me gustas de todas las formas en 
Las que se cuelga un teléfono que 
Sabes, 
De sobra,
Que no va a volver a sonar.
De esa forma tan
Estúpida
En la que vuelves a besar
Bocas
Que sabes que no saben igual
Por querer recordar 
Aquella otra.
Y he aquí la ironía
De besar bocas
Para olvidar 
A la persona que perdiste 
Por besar otras 
Bocas 
Que no eran
La suya.
Entonces, ya no hay remedio.
Sales
Corres
Te corres
Besas
Llamas
Ríes
Y así toda la vida.
Pero es cierto:
Hay personas que ves
Que tocas
Que sientes
Y que serias capaz 
De dejar todo lo que tienes
Por volver a hacerlo
Por volver a sentirlo.
Porque hay personas
Que te aportan algo 
Que no sabes qué es
Pero que te inspiran a escribir
Poesía
Y eso,
Amigo,
Amante,
Lector,
Es algo que
Una poeta
Muerta
Como yo,
Encuentra pocas veces.
Y cuando 
Llega el día,
El momento en el que
El amante deja
La cama del otro
Sin dejar desayuno alguno,
Es el peor momento.
Porque 
Yo,
Tu poeta,
Tu amante,
Tu amiga,
Desde la cama,
Me hago la dormida
Y con los ojos entreabiertos 
Te rezo, 
Como si creyese en algún Dios
Que no fueses tu
En los mil formatos que existen y 
Que desconozco,
Para que no te vayas,
Para que me des cinco 
Minutos
Mas
Y no cruces esa puerta
Y me separes 
De cualquier olor
Que venga de ti
O de tu simple presencia 
Vacía
De palabras
De éxitos
De fracasos.
Que me separes de ti
O del lazo careciente de amor
Pero a fin de cuentas
Lazo
Porque une
Como cuando te despides
En mi portal
Dándome dos besos 
Y yo, 
Mientras tanto,
A veinte metros de distancia
Ya quiero parar el tiempo
O acelerarlo para 
Que me vuelvas a besar 
Pero por favor 
De despedida.
No.
Así que ahora
Escribo
Condenada
A hacerlo por una sombra
Que me sigue a todas partes
Y como sombra y persona,
Están,
Como ya he dicho,
Condenados,
De todas las formas posibles
A mantenerse juntos
Solo por una línea.
Condenados a no estar juntos
Nunca
Excepto cuando llega la noche
Y la sombra le perdona
El haber besado a otras luces.

jueves, 16 de julio de 2015 0 comentarios

16 de julio de un año cualquiera

Hoy has venido a dormir conmigo. Desde donde quiera que estés, has venido a contarme las mismas historias de cuando era pequeña. He abrazado a mi almohada, y sabía que eras tú. Lo sabía porque te he visto, te he vuelto a agarrar de la mano. Eras tú, con tu pelo, tu risa, tus manos y tus arrugas, tu cuerpo...
Y me has sonreído. Y estabas tan nueva, como hace un año exactamente, como cuando era pequeña y me pedías que te pintara las uñas porque tenías que estar elegante. Te echaba de menos. Te echo de menos. Hoy, has venido a soñar conmigo. Te has levantado como un fantasma de esa cama que te tiene presa, te has desenchufado todos esos cables que te controlan y has venido hasta aquí, para tumbarte a mi lado, coger mi mano, estrecharla en tu pecho y dejar que el silencio reine. Has estado aquí y no sé si será de locos, pero sé que aún sigues aquí. Que se puede estar en dos sitios distintos. Que tu cuerpo seguirá postrado en cualquier superficie pero tu alma estará conmigo, vaya donde vaya. Sé que has venido para que te recuerde en tus mejores días y no con esta peña. Y yo, abuela, te prometo que te recordaré así el resto de mi vida. 
miércoles, 15 de julio de 2015 0 comentarios

Cuando ya no sientes nada

Volvería a cruzar, sin dudar, todos esos mares que hablaban del naufragio de tus labios. Volvería a mirar al sol más de tres segundos para desafiarte y demostrarte que los imposibles son posibles que no se quieren. Lo haría, si eso significa curar una herida que no sangra, que aprieta, que arremete a cuchillazos cada noche. Como si vas al médico y le dices que tienes rotas las 23 costillas de tu cuerpo, pero ninguna radiografía te cree. Te cambiaría los veintiséis lunares de tu espalda por los veintitrés segundos que tarda la sangre en recorrer mi cuerpo. Te cambiaría el recuerdo, para que lo borrases. Te pagaría en sueños si lograras hacer que sangre, que duela... Y parece que lo intentas. Llamas, apareces, de nuevo, intangible, y susurras, y cantas, y me invitas a cerveza y te mueves como siempre, pero joder, no sangras. Nunca sangras. Porque al final te das cuenta de que el dolor más fuerte es aquel que no se siente - porque ya no sientes nada -
martes, 7 de julio de 2015 0 comentarios

Otra vez

Bésame otra vez, que no me acuerdo y no quiero olvidarlo. Como esa cita de ese libro favorito que te da miedo quitarla, porque se ha convertido en una parte de ti. Bésame otra vez, y mientras me estás besando, bésame. Que hace tiempo que no me besan... Que no lo hacen como tú. 

Bésame otra vez, impulsando hacia atrás y levántame la cabeza, quéjate por el pelo y ríete entre medias. Entonces te lo devolveré con una lucha de mordiscos de lengua, para que me ganes y yo me enfade y volvamos a empezar. Porque si esto son peleas me pasaría la vida peleándome contigo. 

Bésame otra vez, pero no como hace la gente, sino como tú lo haces y me sacas el corazón. Bésame lento, corto, seguido, que parezca que te están quitando de mi lado y tenga que luchar por quedarme contigo. Créeme, llegados a este punto... Lo haría.

Acariciame, lento. Por la espalda, por el cuello, por los pies... Tócame ya que contigo, todo lo que sobra, te es imprescindible. Sigue mirándome todas las partes de mí que no me gustan, porque solo en tus ojos veo que son bonitas para el mundo.

Y mírame, como lo haces, a los ojos. Y no me pidas que no me ría. No me pidas que no quiera que me beses de nuevo. Que me toques. Que me abraces. Que tus manos sean lo que menos me importen en ese abrazo, porque mi mano en tus hombros, tu respiración, la mía, el silencio, los latidos... Porque hay veces en que en un corazón en guerra lidera la paz y eso solo pasa cuando estoy contigo.
domingo, 15 de febrero de 2015 0 comentarios
He dejado de escribirte.

Como si así no fueses a dolerme.
Como si así pudiese evitar no sentirme sola.
Como si así pudiese frenar los días que con ellos, te llevan.

He dejado de escribirme.

Quizás para no darme cuenta de que debajo de las veinte capas de optimismo sigue habiendo una fortaleza de hierro que no augura más que inseguridad y miedo.
Quizás todo este tiempo solo he tratado de convencerme a mí misma.

Quizás dejé de escribir para evitar pensar, o sentir, o qué se yo.
Quizás evité los cafés con determinadas luces de mi vida para no abrir los ojos.

No sé qué he estado haciendo todo este tiempo.

Si fuese capaz de abrir los ojos, se me abriría el corazón, me sangrarían las heridas... Te diría que hace tiempo que no siento nada más que amor por mí misma, y que, a veces, todo eso se vuelve en mi contra. Te diría que llevo a cuestas un amor primero, una ristra de voces y golpes, muy poco amor y mucha paciencia. Te diría que me canso demasiado pronto de la gente porque ninguna me da lo que espero - porque me he querido tanto que se ha vuelto inalcanzable -.

Que llevo a cuestas veinte palabras de alegría, treinta frases de apoyo, una bandada de sonrisas. Y no sé ni si son de verdad.

Te diría que, si el corazón pensara, dejaría de latir.

Pero he dejado de escribir.
Pero he dejado de sentir.
miércoles, 28 de enero de 2015 0 comentarios

Ser fría no implica tener el corazón helado.

Felicidades abuela:

No te has ido: para serte sincera, llevo tiempo pensando que hoy no estarías. Que no lograrías tus 87 años, que nos habrías dejado a pesar de haberte aferrado tan fuerte a la vida.

Te echo de menos. No te haces una idea de cuánto. Si me leyeras, te extrañarías. ¿Tú? ¿La nieta que odia el cariño y que es más fría? Yo, abuela, yo. Ser fría no implica tener el corazón helado. Y reconocer que te vas, me rompe el alma.

Egoístamente, quiero que te vayas ya: no lo alargues más, deja de aferrarte, lo estás pasando mal. Ya no hay vuelta atrás, abuela. Egoístamente, tampoco quiero que te marches, porque me dejsrás con un vacío que estando sola no se puede sanar.

Una parte de mí quiere contarle a todo el mundo - a mis amigos- que estoy hecha polvo, que cada noche lloro, que todo se desmorona a mi paso, que el éxito sin ti no tiene sentido... Pero nunca encuentro palabras. Nunca sé explicar todo este dolor que llevo dentro, que me provoca ardor en el estómago y que si aprieto, en cualquier momento, mis ojos se desbordan... Creo que hay dolores que son tan fuertes que nunca se habla de ellos: hay dolores mayores que las palabras.

Y tú me dueles, aunque te reciba -me recibas- cada día postrada en la cama, con un cuerpo inerte pero que respira. Aunque todos los días te recite el poema de la Virgen y aunque rece todas las noches por ti, porque tú crees que hy algo más.

Que me dueles, porque cuando te toco la mano se me deshace la vida al tiempo que deseo que mi piel expire toda la que yo llevo dentro, como si así pudiera producirse una osmósis entre la vida mía y la que a ti te debo.

Tengo miedo. Ya no es cuestión de que te vayas justo ahora o de que mañana ya no estés. Es el hecho de olvidarte, de no recordar tu cuerpo, tus manos, tu voz, tus ojos azules... Tu arroz con leche.

Tengo miedo de extrañarte y no ser capaz de ver tu rostro cuando apriete fuerte los ojos. Tengo miedo, porque cuando pienso en ti ya solo te recuerdo en esta maldita cama. ¿Por qué no te recuerdo en la playa? ¿En Navidad? ¿Por qué no me enseñas de nuevo la tabla de multiplicar? 

Te encantaría saber que estoy logrando lo que te prometí. Que al menos lo estoy intentado y que una parte de mí sabe que lo conseguiré: siempre cumplo las promesas, ya lo sabes de sobra. Que seré cirujana, o doctora, o lo que sea pero haré de mi vida algo útil para el mundo.  "Cambiaré el mundo" - le dije al abuelo. Y hoy te lo digo a ti: cambiaré el mundo. 

Por ti. Por mí. Por el abuelo. Porque te quiero y porque siempre estarás en mi corazón, aunque no recuerde tu rostro o ya no haya más claveles por tu casa. (Te los llevaré a dondequiera que estés).

Te quiero.
viernes, 9 de enero de 2015 0 comentarios

Entre arrugas y costados

Te cojo la mano y me quedo pensando: qué manos tan bonitas tienes, si pudiera pasarme toda la vida en este instante... Se te notan las venas, como casi siempre. Tienes la piel tan pálida que a duras penas logro reconocerte. Has cambiado tanto en tan poco tiempo. Te aprieto la mano fuerte, como intentando absorber tu presencia para cuando algún día me falte: sé que es inútil, pero también lo será olvidarte.
Me deslizo hacia tu cara. Te recorro la frente con mis dedos, con cuidado, posando el pulgar en cada arruga. Cuando era pequeña me acariciabas la cara de la misma manera. Qué ojos tan bonitos tienes. Qué mirada tan dulce. Ojalá no los cierres nunca.
Te oigo. Hace días, meses, que no te oigo. Has estado ausente. 'Despierta abuela...' - te decía; y no me hacías caso. Ahora estás conmigo, y te digo que te quiero. Que eres la más guapa de la casa, la más guapa del mundo entero. Que esta noche vamos a salir, porque he llamado a los muchachos de la tuna y me han pedido permiso para montar a caballo con la reina. Contigo. Te ríes. Hoy, inexplicablemente, solo tu risa me parece bonita. Un carcajeo que termina en llanto. No sé por qué lloras. No te entiendo cuando hablas y cuando lo hago no quiero entenderte. No me digas que te vas, abuela, no lo voy a permitir.
Mi mano se abraza a tus mejillas y tu me lo respondes, me besas la mano y sonríes, se te iluminan los ojos, me tiembla la voz. No sé qué voy a hacer sin ti, así que no te vayas.
No puedo resistirlo más. Me levanto, me recojo el pelo y me tumbo contigo. "¿Sabes quién soy, abuela? La de las flores". Y te acuerdas de mí. Hoy, te acuerdas de mí. No puedo evitar sonreír tristemente. Qué bonito suena mi nombre desde tus labios, porque me llamas. No quieres nada, o no consigo entenderte. Ahora eres tú quien aprieta mi mano. Te lo devuelvo.

"No te vayas, hija".
No me voy, abuela.

sábado, 3 de enero de 2015 0 comentarios

Esta noche quédate

Déjame contarte la osa polar de lunares que habita en tu sonrisa. Déjame cosernos los costados para beber de tu sangre. Acurruquémonos en las ojeras hechas de distancia. Déjame lanzarme al vacío aunque duela, para que a veces me dejes caer y otras, en cambio, me salves. Déjame quererme, y a veces, quererte: porque no hay amor más grande que quererse a sí mismo y aún tener amor para querer a otro. Déjame agarrarte la cintura, agárrame las caderas. Bésame, destrózame. Quiéreme luego. Quemarse es otra cosa si se trata de tu fuego. Eligeme todos los días. Quédate con mis malos días. Abrázame. Fuerte. Necesito verte. Se trata de algo más que de los veinte orgasmos. Se trata de verte dormir. De que si vienes a las cuatro empiezo a ser feliz desde las tres. De que pueda estar con quien quiera pero prefiera estar contigo, y que vengas - y que me des sexo y caricias en el pelo-. De contarte los lunares y atreverme a ver la costelación más bonita. De que aunque no tenga ni puta idea del amor me enseñes que puede ser bonito. De verte en el gotelé y acariciarte como las cuerdas de mi guitarra. Tócame. La guitarra, o lo que quieras, amor.  Quédate. Esta noche quédate.
 
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