martes, 21 de noviembre de 2017 0 comentarios

Busco cárcel

Estoy sentada en la mesa en mitad de una frustración constante. Mi cabeza parece estallar y me inunda la impotencia. Aquí, en mitad de mi delirio, escribo escasas palabras como quien firmase el contrato de escape. Necesito respirar, me digo. Necesito permanecer, me suplico. En mitad de todo este barullo de gente, de palabras vacías y de gente que jura ser feliz, aquí me encuentro. Me quiero ir. Estoy atada de pies y manos. Me sujetan unos grilletes de acero que aprietan y dejan huella. Cicatrices como unidad anatómica que compone cada milímetro de mi piel. Dejo descansar mi cuerpo en un tablero de madera que supone sujetar el peso de mi cuerpo pero al mismo tiempo hace esclavas a mis rodillas de esta posición de Vitruvio. Y desde aquí me pregunto si toda nuestra historia cultural ha querido decirnos algo sobre la libertad. La libertad que hoy me falta y antagoniza todo mi ser. Hoy, y desde hace tiempo, soy yo en un lugar que no es para mí, porque no se puede crecer en un medio inhóspito de voluntad y ternura y amor y cariño y pasiones y sueños. Así que igual que el que bucea y busca la superficie, me limito a seguir. Yo, que siempre he afirmado ser por y para mí, sin necesidad de vivir por y para nadie. Yo, que de todo tengo y de todo me falta. Yo, que vivo al límite de la autoexigencia, pido ayuda a voces. Porque siempre he huído del compromiso y siempre lo he amado. Porque siempre he querido ser libre pero decidir no serlo. Porque anhelo la voluntad de poder estar en cualquier lugar y quedarme en el mismo sitio. Porque siempre he buscado ser libre y desde la libertad atarme a alguien. Y viajar. Y volar. Y sentir. Y doler. Y llorar. Sin límites. Los lobos aúllan y corren por alcanzar la luna pero esta cada mañana desaparece. Solo soy un preso que busca cárcel en la que sentirse libre.
 
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